En Soulsight seguimos avanzando en comprender lo relacionado con la condición humana. Nos interesan los procesos afectivos que tienen que ver con las personas e influyen en sus grupos de convivencia, como puede ser la familia o el equipo de trabajo. Por eso, aprovechamos la ocasión para charlar con Ana Espejo que ha desarrollado una investigación en torno al perdón, para buscar su reflejo en nuestro ámbito de reflexión que es la empresa.
¿Por qué importa el perdón? ¿Por qué nos tiene que interesar?
A lo largo de la vida vamos acumulando dolores, tanto porque hemos sufrido agresiones, como porque nosotros las hemos llevado a cabo. Entonces, el hecho de tomar la responsabilidad sobre tu condición tanto de víctima como de responsable de una agresión es una decisión que tiene que ver con el cuidado, con el autocuidado, con el cuidarse a uno mismo. Por lo tanto, conlleva una implicación muy importante en la salud mental de cada uno. Es decir, cuando asumes esta responsabilidad, lo que estás haciendo es conectar contigo mismo. Depende del proceso que sigas, de la guía que tengas, en el sentido de ayuda externa que tengas, y del conocimiento de lo que significa un proceso de estas características, podrá ser más o menos sanador. En cualquier caso conocer el proceso de perdonar o de dar una segunda oportunidad en profundidad te da agencia sobre ti mismo, es decir, te da conocimiento, y el conocimiento es poder para intervenir en tu bienestar mental.
Visto así ¿qué significa para ti perdonar?
Es importante aclarar que, tras investigar este tema en profundidad, prefiero entender el proceso de perdón desde una perspectiva muy amplia que trasciende a la visión de la cultura judeocristiana. Por eso, cuando hablo de perdón, me refiero a un proceso de bienestar mental que implica el cuidado de uno mismo, que tiene que ver con la conexión y escucha con tu interior, también con contextualizarlo y, sobre todo, con una toma de responsabilidad. Cuando yo hablo de perdón, hablo de un proceso que te lleva a romper con el esquema acción/reacción. Hablo de un proceso que te humaniza. Si eres víctima, después del proceso de cuidado, puedes ser otra cosa, continuar con tu vida –aunque nunca se deje de ser víctima–. Significa que liberas una energía que te permite continuar con tu proyecto vital sin la etiqueta de víctima. Lo mismo si eres el responsable de un daño. Perdonarte y pedir perdón te humaniza porque dejas de estar en ese espacio que es una imagen congelada de una agresión. Puedes ser más cosas, a partir de ahí. He hablado de liberar una energía. También podría decir que un sinónimo de perdonar es dar o darte una segunda oportunidad. Esta acepción cuando no se comparte la cultura cristiana funciona mejor en otros lugares del mundo.
Por último, la responsabilidad es un elemento clave para entender el perdón en su complejidad. No es solo la responsabilidad de lo que hiciste o de superar tu sentimiento de víctima, es la responsabilidad con el mundo. Esto entronca con la visión de muchas comunidades indígenas que tienen una visión comunal de la existencia, es decir, el daño no es solo cosa del individuo que lo inflige, ellos entienden que toda la comunidad tiene una responsabilidad de algún tipo para que algo haya sucedido y, por lo tanto, deben involucrarse todos en comprenderlo y repararlo. Su visión es holística y abordan la restauración incluso con el resto de seres vivos, con la tierra y la Naturaleza y que haya podido quedar desbalanceado.
¿Qué pasa si no perdonamos?
Existe una creencia en esta sociedad que puede llegar a ser muy perjudicial que consiste en que si no perdonas no eres buena persona, no llegas al listón ideal, no puedes ser plenamente feliz porque te queda un rencor dentro. Todas estas creencias, además de falsas, revictimizan, porque quien ha sufrido una agresión, o ejecutado y no es capaz de perdonarse a sí mismo, siente además de ese dolor esas imposiciones que pueden significar una doble condena.
No perdonar es totalmente legítimo, perdonar tiene que ser una decisión voluntaria. No te impide poder tener una vida plena. Y por último, a veces no perdonar puede mantenerte con vida, porque hay muchas condiciones para el perdón, y en algunas circunstancias, por no decirte en todas, es fundamental que el daño no esté sucediendo o se siga repitiendo.
«Necesitamos pedagogía porque el perdón o las segundas oportunidades van a contracorriente de esta sociedad que en general es vengativa y punitivista»
¿Es fácil perdonar?
Cada víctima es única y, lo mismo, cada dolor, cada cuerpo es único. El dolor necesita empatía, por eso intentar mecanizarlo y estandarizarlo no es lo ideal. Las víctimas necesitan ser escuchadas. Por otro lado, se hace necesario un debate moral para entender que del punitivismo no sacamos nada. Entender que todos somos capaces de equivocarnos facilita que podamos perdonar o dar una segunda oportunidad. Esto no quiere decir que no haya cosas imperdonables, esto es importante. Necesitamos pedagogía porque el perdón o las segundas oportunidades van a contracorriente de esta sociedad que en general es vengativa y punitivista, es decir, que aboga por el ojo por ojo y que delega la responsabilidad de lo sucedido, sea esto lo que sea, en instituciones que aplicarán la ley y el castigo que corresponda pero que no se van a ocupar de la reparación en otros términos –sentimental, psicológica, moral, etc.– del daño sufrido o causado.
Es más, para una parte de la sociedad el perdón es una práctica inaceptable, como si estuvieras traicionándote a ti mismo, a los que te apoyan, incluso, a los muertos. Por eso, dar o pedir una segunda oportunidad requiere a veces de una enorme valentía.
Este es uno de los temas que estamos trabajando para evaluar la realidad. Un tema que da mucho más de sí, y al que apenas nos hemos acercado en esta charla, porque son muchas las capas, los matices y las condiciones que conforman este proceso de perdón o segunda oportunidad, y en cuyo conocimiento invitamos a profundizar puesto que posee un impacto mayor en nuestro bienestar y el de quienes nos rodean de lo que pensamos.