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26.10.22

Resiliencia y pasado

Etimológicamente la palabra resiliencia procede del latín, del verbo resilio, que se traduce como «saltar hacia atrás, rebotar». En un principio es un término que se utiliza en Física para hablar de los materiales que pueden resistir un impacto y volver a su forma original.

La resiliencia es una terminología utilizada originalmente por la teoría de sistemas y frecuentemente utilizada también en ecología para explicar cómo los cambios afectan a este tipo de sistemas.

Su utilización en psicología y sociología es más reciente. Desde 2016 la RAE ya reconoce este uso y recoge su nueva acepción: «capacidad para adaptarse a las situaciones adversas con resultados positivos».

Sin embargo, el concepto ha experimentado cambios importantes desde la década de los sesenta. En un principio se interpretó como una condición innata, luego se enfocó en los factores no sólo individuales, sino también familiares y comunitarios y, actualmente, en los factores culturales. En los últimos 10 años esta palabra ha sido ampliamente adquirida por otros sectores.

Tengamos en cuenta que por mucho que hablemos de crear culturas y empresas resilientes, no sucederá hasta que no pongamos en práctica la resiliencia. La teoría sin práctica no es más que humo.

Las tres características que hacen a una comunidad resiliente son:

  1. La diversidad: de los miembros que la forman, de las funciones que pueden realizar, de las respuestas que pueden ofrecer, de las conexiones que tienen entre ellos, de cómo circula y se procesa la información…
  2. La modularidad: una elevada modularidad hace referencia a la descentralización de las conexiones dentro de la comunidad. De manera que si se ve afectada una parte el resto pueda actuar de manera autónoma.
  3. La distancia causa-efecto: si la distancia es corta, como en los sistemas de gobernanza no centralizados, los miembros de la comunidad son capaces de ver lo que ocurre a su alrededor y, por lo tanto, actuar adecuadamente y en el momento oportuno.

Ante esto, y bajo la repetida frase en el sector de los negocios de “tenemos que crear empresas resilientes”, me surgen las siguientes preguntas:

  • En las organizaciones, ¿se apuesta por la diversidad? ¿Por la diversidad de disciplinas, diversidad de culturas, de género, de comunicación?
  • ¿Cuál es la estructura más común de las organizaciones? ¿Siguen siendo estructuras centralizadas y escalonadas?
  • ¿El sistema de gobernanza es descentralizado? ¿La confianza en el equipo es real y son capaces de tomar decisiones a tiempo?

Tengamos en cuenta que por mucho que hablemos de crear culturas y empresas resilientes, no sucederá hasta que no pongamos en práctica la resiliencia. La teoría sin práctica no es más que humo. Hace no mucho tiempo teníamos una mayor resiliencia, tanto a nivel individual (psicológico) como colectivo y organizacional. Hace no mucho tiempo éramos capaces de adaptarnos de mejor manera y en mejor tiempo.

Tal vez tengamos que mirar hacia atrás, mirar hacia la historia para encontrar respuesta a los «cómo ser más resilientes» y poner en práctica el significado original de la palabra resiliencia que, como comentábamos al inicio de esta reflexión, significa «saltar hacia atrás, rebotar» y entender que a veces mirar hacia atrás o hacer las cosas como antes puede ser mucho más innovador y resiliente de lo que nos pensamos.

Las cosas que existen en el mundo no son superiores unas a otras, sino que las jerarquizamos en función al valor que creemos/sentimos que tienen. Devolvamos a la historia el valor que le teníamos concedido y devolvamos al mundo un poco de resiliencia.

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Leonor Ruiz

Research & Strategy