Las palabras y el lenguaje son la base de la creatividad y la imaginación, y esto cumple una función fundamental en la conformación y organización de las relaciones y sociedades humanas. Son elementos que conforman nuestra mirada, es decir, que tienen un componente activador. Nos hacen pensar, nos hacen sentir y nos hacen hacer.
Tal como explica la teoría del método de Descartes, de cara a poder comprender algo es aconsejable separarlo en cada una de sus partes. Y de cara a reflexionar si una palabra se puede agotar o si la sostenibilidad está agotada vamos a intentar separar las partes que la conforman.
Las palabras contienen un significado y un significante en donde éste último (significante) es la traducción fonética del concepto y el significado es el correlato mental del significante, la idea de la palabra. Como explica claramente Saussure en su libro Escritos para Lingüística General, “el signo lingüístico no une una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica”. Juntos, significado y significante conforman el signo lingüístico que junto con otros signos o palabras, conformamos frases y estructuras lingüísticas que nos permiten expresarnos y comunicarnos entre nosotros de todas las formas en las que somos capaces de hacerlo hoy. Las palabras, el uso de la lengua es un recurso inmaterial que distingue al hombre del resto de seres vivos del planeta.
Cuando hablamos de concepto quiere decir que una palabra tiene también que ver con el contexto y con la temporalidad. La palabra sostenibilidad, aún siendo la misma, puede variar en su concepto a lo largo del tiempo. Por ejemplo, aunque la palabra libertad sigue significando lo mismo, el concepto de la misma no es igual hoy que hace 100 años. Esto es importante resaltarlo, ya que la construcción de estos conceptos, que van evolucionando junto con la humanidad, tienen que ver con la intervención humana en el uso de la lengua.
Y tal como hemos intervenido en la historia, en la naturaleza y los recursos naturales, también intervenimos constantemente en el uso de la lengua ¿Por qué? Porque las palabras tienen un poder accionador, porque nos permiten no solamente comunicarnos entre nosotros sino también ser capaces de crear. Las palabras y el lenguaje son la base de la creatividad y la imaginación, y esto cumple una función fundamental en la conformación y organización de las relaciones y sociedades humanas. Son elementos que conforman nuestra mirada, es decir, que tienen un componente activador. Nos hacen pensar, nos hacen sentir y nos hacen hacer.
Esto, en el modelo mercantil actual, tiene un potencial económico importante. A través de las palabras (véase la historia de la publicidad), y también de las imágenes, descubrimos y generamos imaginarios y deseos que en consecuencia generan movimiento económico. Para ser más claras: hemos puesto precio a las palabras, las hemos comercializado. Y al usarlas como un recurso comercial, se pueden devaluar y se pueden agotar, sí.
La palabra sostenibilidad (de cualidad sostenible) aparece por primera vez en 1987 en la publicación del Informe Brundtland o también llamado “nuestro futuro común”. Es un concepto que nace desde la ecología (sector ciencias) y explica cómo los sistemas biológicos se mantienen en equilibrio con su entorno durante el transcurso del tiempo. En su evolución, describe un proceso socio-ecológico caracterizado por un comportamiento en busca de un ideal común. Está ligado a la acción del ser humano en relación a su entorno refiriéndose al equilibrio que existe en una especie basándose en su entorno y todos los factores o recursos que tiene para hacer posible el funcionamiento de todas sus partes, sin necesidad de dañar o sacrificar las capacidades de otro entorno. En resumen, es la integración ecosistémica del ser humano del que hace no mucho tiempo todavía era su sistema: el natural.
Por lo tanto, al ser un término que connota la permanencia de un sistema a lo largo del tiempo, la palabra sostenibilidad ahora se desarrolla de forma más amplia habiendo sostenibilidad social, sostenibilidad económica, ambiental, política, entre otros.
Pero ¿Cómo o por qué se agota una palabra? Existen diversos factores, cada uno de ellos digno de ser profundizado pero no es la ocasión, de modo que las palabras se pueden agotar por cuestiones como las siguientes:
- Uso intensivo. Como con los cultivos intensivos (intensidad), cuando una palabra se usa mucho en poco tiempo, cuando de pronto son un boom y se intensifican. Tal como ha sucedido con la palabra sostenibilidad en los últimos 5 años.
- Uso prolongado. Cuando su uso no es muy intenso pero es muy prolongado en el tiempo (frecuencia). Por ejemplo, llevamos hablando sobre sostenibilidad desde los años 50 más o menos.
- Vacío de acción. Ya sea que llevemos mucho o poco tiempo utilizando una palabra, pero cuando se encuentra vacía de acción o connota que no llega a ninguna parte, también se va agotando, tal como nos sucede ahora, que por mucho que hablemos de sostenibilidad, las soluciones tal vez estén en otro significado.
- Uso fuera de contexto. Cuando se utilizan en sectores que no corresponden o para temas que no hacen contexto con la palabra.
- Comercialización. Cuando el uso de la palabra tiene como fin último motivar una acción comercial, de imagen o de cultura. Es decir, cuando se prostituye su significado.
Me pregunto cómo podríamos encontrar alternativas no productivistas en el uso de las palabras que se encontraran vacías de valor comercial y llenas de acción. Que no crearan una imagen de marca, sino que crearan comunidad. Que fueran nuestras mejores aliadas y agentes de cambio para poder imaginar soluciones con mirada a largo plazo de nuestra pertenencia al sistema natural. Al final del todo, la mejor manera de significar una palabra es actuando.