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7.07.23

La IA generativa

«Al igual que el agua, el gas o la corriente eléctrica llegan desde lejos a nuestras casas para satisfacer nuestras necesidades con el mínimo esfuerzo, llegaremos a ser alimentados con imágenes y sonidos, que surgirán y desaparecerán al mínimo gesto, con una simple señal».

—Paul Valéry, escritor y pensador, 1930.

El contexto es «mal»

El contexto actual es hostil… es una realidad siempre acelerando, escapando no se sabe muy bien de qué. Ya vivimos una distopía: 24/7/365, la vida pública masiva, somos sensores (minas de datos para vendernos más… no mejor), la economía de la atención es la pesadilla de la relevancia, la eterna toma de decisiones se convierte en abrazar la incertidumbre, los 2.500 mensajes que recibíamos al día en 2010 ahora son 6.000, el subidón de EGO que nos han insuflado promete dejarnos solos, la batalla por el interfaz ha dado forma a productos de consumo insostenible, y un largo etcétera… que se resume en: triunfa la aceleración social, esa que no te deja pensar bien, pero vamos que nos vamos.

Y ahora se cumple la amenaza de la Inteligencia Artificial Generativa, que tantas décadas llevaba sobre la mesa. Se hace palpable el riesgo que supone la IA generativa para las clases, profesiones y servicios creativos. El cortoplazo se extrema porque esa tecnología digital a nuestro alcance si funciona es porque ha reducido tiempos y simplificado respuestas. Optimizando a tope. Un corta-pega sofisticado que aprende. El sueño húmedo de muchos guardianes del excel de resultados.

 

Lo nuevo es la solución a la incertidumbre

Este cortoplacismo optimizado nos empuja a la frustración, el desencanto y si me apuras a la alienación. Porque de eso hay mucho. De todas las edades, credos e ideologías. Y todas conviviendo en un mundo saturado con todo tipo de gadgets, novedades, innovaciones y news. Lo nuevo es la gran solución para enfrentarnos a la incertidumbre del cambio perpetuo. No autodestruirnos gracias a lo nuevo.

Sobrevivir a la incertidumbre es un reto que ha existido siempre pero con tanta novedad y cosa nueva se ha desbocado. Ha enloquecido intentando hacer desaparecer la angustia por tomar decisiones o ver qué nos encontramos al día, la hora o el minuto siguiente. No queremos presente, ni visible, a la incertidumbre. Necesitamos la certidumbre de la ecuación bien resuelta. Y lo nuevo parece ser el antídoto.

 

Lo nuevo en bucle no es la solución

¡Cuidado! Porque lo nuevo como metodología aceleradora nos ha encajado en un tiempo de monstruos, aquel en el que lo nuevo no acaba de llegar y lo viejo no se acaba de ir. La innovación se ha convertido en un castigo y la sensación de angustia en consumidores y profesionales ha crecido y mucho… porque todos entienden innovar con alcanzar lo nuevo. Error.

Recuperando a Daft Punk y su premonitoria “Harder, Better, Faster, Stronger” ha aparecido una IA no industrial pero sí muy UX. Una IA que como herramienta es capaz de crear cosas nuevas en tiempo real, ahí es nada. Le pido con mis palabras imágenes, ideas, búsquedas, resúmenes de papers, nubes de tags sobre temas, links e inspiración, un role playing haciendo de Freud, sonidos imposibles… Increíble. Y claro, ponerle puertas al campo de la IA generativa es pegarse un tiro en el pie.

Lo nuevo es un plus obligado que ha cogido carrerilla pero que irá perdiendo valor conforme estas tecnologías se hagan más, más y mas evidentes y experienciales (deep learning time!). Se aplicarán estrategias FOMO que nos obliguen a tener que estar de verdad “a la última”. Y eso es INSOSTENIBLE mental, física y medioambientalmente hablando. De veras, por nuevo que sea, pronto habrá algo más nuevo y “más mejor”.

 

Lo nuevo ha sido sinónimo de estatus, pero ahora que es automático…

Lo nuevo se ha automatizado. En meses consultoras y agencias de publicidad incluirán estas aplicaciones en sus metodologías y prescindirán de talento y recursos humanos cosificados.

El “enganche” por lo nuevo es inherente al contexto que vivimos. De los romanos y su interés clasista por los extraños colores que venían de oriente a los Reyes Católicos “descubriendo” la patata para occidente sin llegar a imaginar el impacto mundial que tendría. Lo nuevo es motor obvio a todos los niveles. Sin embargo lo que antes proporcionaba un estatus, una diferenciación, un posicionamiento que nacía de alcanzar lo nuevo ahora es un problema casi de salud mental. Una obsesión que encima se ha automatizado. Un reto para las empresas y sus servicios y productos.

Porque ahora lo nuevo… ¿nos va a diferenciar? ¿nos va a posicionar? ¿nos ayudará a crecer? ¿Evitará que desaparezcamos? ¿Que dejemos de tener utilidad? ¿Y todo por culpa de la IA generativa que saca cosas nuevas con un chasquido de dedos, llenos de palabras? ¿Para que narices sirve la innovación y búsqueda de tendencias?

 

Y frente a lo nuevo… lo original.

Para evitar ser arrastrados por la ola de lo nuevo, de la tendencia sobre otra tendencia sin fin, hay que plantear una visión diferencial. Hay que innovar desde el impacto. No sólo es crear lo nuevo, también es dar nuevos usos o reinventar lo que ya existe. Es dar con ideas o propuestas que aguanten a largo plazo, que tengan músculo para resistir cambios de paradigmas y sean especiales para un público saturado.

Ideas con halo o aura. Ese que Walter Benjamin asociaba a las obras originales y no sus reproducciones. La sensación cuando ves la Mona Lisa en el Louvre (impresiona ya su tamaño…) frente al cartel de la tienda de souvenirs está a años luz… En términos de impacto emocional, ese que construye marca y fideliza, la original tiene una magia imposible de reproducir. Y con lo nuevo ya pasa lo mismo pero al revés… más de lo mismo.

¿Es lo nuevo original y viceversa? ¿Qué vale más… lo original o lo nuevo? ¿Se puede ser original innovando? Ese es el gran reto ahora que la IA se ha convertido en un recurso de corta-pega sofisticado que se irá refinando exponencialmente.

Lo nuevo es una tendencia sobre otra tendencia que se reajusta… pero ¿es original? Igual ésa es la clave… dejemos de buscar lo nuevo, alcancemos lo original. Ese es el next step a largo plazo de la innovación, aún más de la innovación creativa. Ser original, memorable, pero también profunda y transformadora. Como el arte. Ese que rebaja el estrés de los tiempos y re-significa el conocimiento. El arte como ejemplo “útil” pero intangible de originalidad. De “good life” desacelerada y humana.

Lo original como aquello que nos hace únicos sin dejar de estar conectados con el deseo de vivir lo transformador. Lo nuevo se ha quedado en dopamina, queremos oxitocina. No queremos sólo placer, queremos buscar felicidad. Y lo original es capaz de cambiar dimensiones, pensamientos e incluso sociedades. Está íntimamente ligado a la imaginación, ese intangible sin valor porque no se puede contabilizar ni cuantificar y sin embargo… nos hace más humanos. Para lo bueno y para lo malo.

Y yo le pregunto a empresas, expertos e instituciones ¿Hace falta innovar sin más? ¿Gastar nuestra creatividad y recursos? ¿Es posible buscar lo original?¿Es posible recuperar lo nuevo que ha dejado de serlo y reinventarlo? ¿Se puede establecer un ritmo pausado que permita tener tiempo entre el estímulo de la nueva idea y la reacción a su uso y utilidad por parte del público (la famosa oferta-demanda y eso)? ¿Lo nuevo de verdad es sostenible? ¿Se puede innovar sin lo nuevo… y ser original?

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Pedro Enríquez

Estrategia e Innovación