En 1971 Nicholas Georgescu-Roegen publicó una de las obras fundamentales de la ciencia del siglo XX y que cada día se hace más relevante de cara a los retos del siglo XXI, La ley de la entropía y el proceso económico.
En 1972 el astronauta Harrison H. Schmitt fotografió, desde el Apolo 17, la primera imagen completa de la tierra flotando en el espacio. La fotografía, una de las más difundidas de la historia, se conoce como «The Blue Marble» y para muchos marcó el momento en el que nuestra especie se hace consciente de su vulnerabilidad. La fotografía de H. Schmitt nos permite «sentir» un planeta aislado, frágil y limitado. Realmente fue la primera ocasión en la que nuestra especie pudo «percibir» la fragilidad del planeta.
Si hacemos una analogía tecnológica entre el disparador de la cámara y el botón de reinicio de un ordenador, en el disparador de la cámara de H. Schmitt se escondía el auténtico botón de reinicio de nuestra civilización. De hecho, la imagen coincide con el auge del movimiento ecologista o con el nacimiento de compañías como Patagonia, pionera a la hora de declararse «compañía activista». También coincide con la publicación del famoso informe The Limits to Growth que ilustraba las consecuencias de un crecimiento económico y demográfico exponencial con un suministro finito de recursos.
Georgescu-Roegen forma parte de la toma de conciencia ecologista de los años setenta, pero su valor reside en que, a diferencia de los ecologistas, se centra en cuestionar la teoría económica neoclásica: para él, el mercado libre es incapaz de llevar a cabo un reparto justo de los recursos naturales entre individuos, naciones y generaciones. Para el economista —personalmente marcado por la realidad campesina rumana—, la base de toda la ciencia económica, lo que incluye el marxismo y el capitalismo, no es válida.
Su tesis plantea que el proceso económico es dependiente de la evolución biológica y reclama la inclusión de la economía como parte de la biosfera.
Su tesis plantea que el proceso económico es dependiente de la evolución biológica y reclama la inclusión de la economía como parte de la biosfera. Esto incluye la consideración de los tiempos naturales, el largo plazo, la inclusión del trabajo realizado por la naturaleza, los recursos naturales y energéticos, los costes a terceros… Para Georgescu-Roegen si se incluyera todo esto en la contabilidad, el crecimiento sostenido de la economía sería imposible. Hablando claro, si hoy los economistas incluyeran todo esto en sus cuentas, hace tiempo que sabríamos que estamos en proceso de decrecimiento.
… el Financial Times reclamaba a las empresas que la búsqueda de beneficios debería ir acompañada de un propósito de impacto positivo en las personas, la sociedad y el planeta.
Aunque quizá sí lo sabemos. En septiembre del 2019 el Financial Times publicó una portada histórica en la que reclamaba que el capitalismo debería repensarse. A pesar de ser la publicación de referencia del neoliberalismo, el Financial Times reclamaba a las empresas que la búsqueda de beneficios debería ir acompañada de un propósito de impacto positivo en las personas, la sociedad y el planeta. Poco después, durante la epidemia de la covid-19 el Foro Económico Mundial se dirigió a los principales pensadores del planeta para que compartieran ideas sobre cómo transformar la forma en que vivimos y trabajamos. «The Great reset».
No es suficiente una simple desaceleración, se trata sobre todo de un cambio cultural, de valores y de comportamiento.
Estos momentos, separados por cinco décadas, evidencian un proceso lento de cambio pero también parecen indicarnos que vivimos un punto de inflexión y el comienzo de un nuevo ciclo. También implica la entrada en juego de un nuevo tipo de activismo, más sosegado y positivo, enfocado a activar y dar ejemplo. Siguiendo la lógica de Georgescu-Roegen hasta el final, no es solo el crecimiento lo que no es sostenible, sino el decrecimiento. Solo un consumo reducido a cero permitiría asegurar recursos para las generaciones futuras. Ciertamente parece una tarea compleja si no cuestionamos el actual sistema económico, pero este nuevo ciclo que parece abrirse está encaminado a entender la tarea humana como una acción beneficiosa y al servicio y cuidado de su entorno.
Quizá deberemos ser los guardianes de los equilibrios ambientales ya que, aunque resulte una tarea compleja, es un objetivo más razonable para nuestra especie que la disminución de nuestra huella ecológica a cero. Esto implica que la economía no puede reducirse a incluir materias primas y energía en la contabilidad. No es suficiente una simple desaceleración, se trata sobre todo de un cambio cultural, de valores y de comportamiento. Algo que sin duda es lento, —por favor, no empecemos a decir eso de «no hemos aprendido nada»—, sí que lo hemos hecho… Esto es una cuestión que desborda lo puramente económico y físico, cambia el fin último de nuestra existencia.